jueves, 5 de noviembre de 2015

Maternidad

SEIS MESES.

No me lo creo. Mi peque tiene ya medio año. El tiempo no perdona.

De excursión al bosque hace dos días

Parece que fue ayer cuando la trajimos a casa hecha un burrito en su edredón (hace tiempo que eso ya no es posible). Las llamadas al médico porque no la podíamos despertar para comer, o porque no hacía caca. La pesadilla de la lactancia. Las horas pasadas mirándola dormir plácidamente. El miedo a cogerla así o asá, a hacer algo mal. Las sonrisas accidentales que acompañaban normalmente a un pedo o una caca. Más tarde las sonrisas voluntarias y luego la risa. Esa risa que te alegra al alma, sea cual sea la situación.

No hay mejor sonido en el mundo que esa risa.

Y eso es la maternidad. 

Verla crecer y convertirse en una personilla con carácter y personalidad. Observarla mientras descubre un mundo de sabores, sonidos, colores, olores y texturas con la curiosidad, la ilusión y la inocencia de alguien que nunca ha sido decepcionado. Ver la sonrisa en sus labios y en sus ojos cuando asomas por su cuna cada mañana. Como si fuera lo mejor que le ha pasado nunca.

Derretirte cuando estira los brazos hacía ti para que la cojas. O cuando dice "mamamamamama".
Que se te duerma en los brazos y no querer ponerla en su cuna, por agotada que estés y por mucho que te duela el cuerpo. Verla llorar y que se te encoja el corazón. Pensar que harías lo que fuera para que no tenga que llorar nunca jamás.

Escribir todo esto en un blog y llorar como una boba porque has empezado a trabajar y sientes que no pasas suficiente tiempo con ella. Porque ya han pasado seis meses y cuando quieras darte cuenta tendrá 13 años y te convertirás en su peor enemiga. Llorar por no poder hacerle entender lo mucho que la quieres, porque aunque ella entendiera lo que dices, no podrías expresarlo en palabras. Porque cada momento es único y se acaba. Por no poder volver atrás y acurrucarla en tu pecho una vez más.

Eso es la maternidad.

Salimos menos, gastamos más y hace un año que no duermo una noche entera. Mis hobbies se han reducido a cantar canciones cuyas letras no recuerdo y tirarme al suelo con juguetes, sonajeros y utensilios de cocina varios. Mi cuerpo refleja el camino recorrido con pliegues y señales. Mis conversaciones son monotemáticas.

¿Y me importa? NO.

Hay personas que encuentran un trabajo que las realiza, y me parece perfecto (y lo envidio). Yo me he casado y he formado una familia. Y hacerlo me ha llenado y completado de una manera que no creía posible. Se ha añadido una pieza al puzle que no sabía que faltaba. 

Y sí, entiendo que mi peque va a crecer y hacer su propia vida (ahí vienen las lágrimas de nuevo) y tengo que intentar conservar mi identidad (más allá de mamuchi) para que el amor incondicional no se convierta en dependencia absoluta. 

Entiendo que poco a poco habrá que ir dándole espacio para que sea la mujer fantástica e independiente en que se va a convertir. 

Entiendo que llegará el día en que me convertiré en "la pesada de mamá" y sólo me quedará la esperanza de que en el futuro ella también sea mamá y comprenda lo maravilloso e indescriptible de este viaje al que llaman maternidad. 

Es un regalo. Es un privilegio. Es biología pero es un milagro. Es especial. Es único.

Es magia.

3 comentarios:

  1. Enhorabuena!!! Describir sentimientos es muy difícil pero... lo has conseguido. Me has hecho revivir tantos y tantos momentos. GRACIAS!!!

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    1. Gracias a ti, Asun! Ya me darás la receta, que a ti los tuyos te han salido muy bien!
      Es tal viaje, este de ser madre... y tengo tanto miedo de que llegue un día en que se acabe o se me llegue a olvidar esta sensación, esta plenitud, esta FELICIDAD. Supongo que ahí es cuando la gente va a por el segundo, no? Jajaja!
      Un abrazo enorme!

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    2. No me puedo creer que no haya visto este comentario en 7 MESES! Tiene que haber una manera de que el bicho este me envíe notificaciones... :(

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