sábado, 19 de marzo de 2016

Mamá buena, mamá mala.

Hoy vengo con una reflexión (y antes de juzgarme, leed hasta el final :) ).

Resulta que Instagram está rebosante de mamás blogueras super guais, con casas de ensueño, habitaciones de bebés sacadas de un catálogo y empresas propias que, por supuesto, se dedican a hacer cositas de bebé.

Y me parece perfecto, excepto por el hecho de que parece que las demás mamás, las de a pie, las que tenemos habitaciones de bebé con un mueble de cada color (porque se han ido comprando aquí y allá, de segunda mano), no somos tan geniales o tan merecedoras de halagos y apreciación.

A día de hoy, palabras como ecológico, hecho a mano o personalizado, se han convertido en hits que todo el mundo quiere usar. Los bebés y todo lo que les rodea se han convertido en un símbolo de estatus. Cojines de 50€, mini-vestidos de 40€, láminas de pared de 20€.

Pero no me malinterpretéis. Si alguna mamá emprendedora está leyendo estas líneas, respeto su trabajo y entiendo que los precios van acorde a la calidad y al tiempo invertido. Mi punto no es ese.

Mi punto es que parece que si no gastas cientos y cientos y cientos de euros en cosas para tu bebé, no estás haciendo las cosas bien. Parece que las únicas mamás guais son aquellas que se pueden permitir todos los lujos habidos y por haber. Y las que pueden trabajar desde casa y estar con sus peques todo el día.

Y me fastidia. Porque esas mamás son muy guais, pero yo también.

Me enamoran algunas de las cosas que veo (casi todas, para qué nos vamos a engañar) pero no me las puedo permitir. Con esfuerzo, podría... pero es que no quiero. Prefiero que mi hija tenga una muñeca de trapo que se pueda llevar al jardín, que se moje, que se ensucie y que se rompa sin que me tenga que dar un ataque al corazón al ver 40€ tirados a la basura. Porque 40€ para nosotros es dinero. Dinero con el que papi y yo podemos pagarnos la entrada al zoo (los peques aún van gratis) y pasar un día en familia viendo animales (que yo odio los zoos, pero seguro que a la peque la enamoran).
Prefiero comprarle libros de segunda mano, porque ahora mismo no los lee, los destroza. Los investiga, los dobla, los golpea contra cosas porque hacen ruido y para ver qué pasa. Y la dejamos porque pensamos que es lo mejor, que experimente y que aprenda.

Hay otras cosas en las que no ahorro. Calidad. Seguridad. Gastamos mucho en su silla para el coche, porque ahí no se escatima. Pero en estilo, en fashion... pues ahí sí ahorramos.

A nuestra peque no le falta de nada, más bien le sobra. Tiene su cuna, su armario lleno de ropa (más de la que podemos usar), su cambiador, su bañera, su silla de paseo, su trona, su alfombra de juegos, su gimnasio (ya jubilado en una caja), sus juguetes, sus libros, su correpasillos, su balancín... pero no hace falta enseñarlo todo.
Habrá mamás que no se lo puedan permitir y eso no implica que sean peores mamás. Habrá mamás que no se lo quieran permitir, porque piensan que la mitad de las cosas no son necesarias (y ciertamente no lo son) y también son buenas mamás.
Estoy muy harta de las reglas no escritas que parecen proyectar todos los medios. Que si no puedes dar el pecho es porque no lo has intentado lo suficiente y eres una madre horrible, que los ingredientes para papillas tienen que ser siempre ecológicos (y no se te ocurra darle un dulce al niño un día porque te lapidarán a críticas y comentarios agresivos), que la ropa tiene que ser exclusiva y hecha a mano y a poder ser única en el mundo, que la habitación de tu bebé tiene que parecer sacada de una revista (pero ojo, no la de IKEA, que esa es para la gente pobre).

Algunos pensarán que me mueve la envidia, pero no. Soy una mamá feliz. Simplemente estoy cansada de que se juzgue a las madres en función de las cosas que tienen y no de la labor que hacen. Las mamás que no han podido pasar una noche fuera de casa desde que nacieron sus bebés, las que llevan meses sin dormir una noche entera, las que pasan semanas en el hospital al lado de sus hijos,  las que se quitan la comida de la boca para dar de comer a los suyos, las que hace años que no se compran nada para ellas para que a sus pequeños no les falte de nada, las mamás que crían a sus hijos solas porque su pareja no estuvo a la altura de las circunstancias, las mamás que tienen un bebé con discapacidades y superan retos que las demás no podemos llegarnos a imaginar...

Esas son las supermamás. Esas son las personas a las que deberíamos admirar.

Ser una buena mamá es hacer absolutamente todo lo posible para que a tu bebé no le falte de nada. Que cada noche tenga la barriga llena, que no pase frío y que se sienta seguro y querido. Que tenga oportunidad de crecer y aprender y estar todo lo sano posible. Todo lo demás, es un plus.

Y ya para acabar, no nos olvidemos de algo muy importante, que fue lo que yo les recordé a estas mamás agresivas y moralizantes de Instagram:
Si no tienes nada amable que decirle a alguien, mejor no digas nada.

Porque como si criar un hijo no fuera suficientemente desafiante, siempre hay gente dispuesta a joderte fastidiarte el día.

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