domingo, 22 de marzo de 2015

38 días

Poco más de un mes para la fecha estipulada. ¡Poco más de un mes y tanto por hacer! 

La semana que viene es, con un poco de suerte, la última en la que tengo que darme el viaje al despacho. La idea es seguir trabajando desde casa, a mi ritmo, hasta que ya no pueda trabajar más. También tengo un examen que preparar para mediados de abril, pero el sólo hecho de no tener que salir de casa si no quiero va a ser un verdadero descanso.


Porque este último trimestre tampoco es un camino de rosas. Por un lado está, como siempre, la siempre-creciente barriga que cada día está más en mi camino. Para pasar por puertas, para entrar y salir del coche, para "dormir" (entrecomillado porque no tengo claro que a lo que yo hago se le pueda llamar dormir), para tender la ropa, para cocinar... para todo. Y el peso... ¡ppff! Si habéis oído hablar de los 12 trabajos de Hércules, dejadme deciros que se quedan en nada comparados con el tercer trismestre del embarazo. 

El pequeño troll poniendo peso en el cérvix hace de caminar un verdadero reto (más la presión en la vejiga que hace que parezca que estás a punto de hacerte pis encima en cualquier momento). El pequeño troll poniendo presión en las costillas, hace que estar sentada sea más incómodo que un tampón de esparto (como diría un amigo, que poco sabe de tampones pero siempre usa esa comparación). Los ligamentos pélvicos relajándose (acción hormonal) y el hueso coxal ganando mobilidad hacen que ciertas posturas estén totalmente prohibidas y que el simple hecho de darse la vuelta en la cama sea bastante doloroso. 

Y el comer. Cuando como, no puedo comer mucho (porque literalmente no hay espacio). El comer poca cantidad, hace que la digestión sea relativamente rápida, lo que implica que al rato vuelvo a tener hambre. Y requiere mucha imaginación encontrar algo de comer cada poco rato, sobretodo cuando la mayoría de cosas simplemente no te apetecen (y si durante el embarazo no te apetece, no se come). 


Una muestra de lo que pasa con los órganos internos de una mamá
cuando hay que hacer espacio para un bebé.
La retención de líquidos es otro martirio. No es sólo una cuestión estética (léase: se me están poniendo unas piernas de elefante que ni la mamá de Dumbo), sino que las manos y los pies llegan a doler - en mi caso sobretodo los dedos de las manos, por la mañana y por la noche. 



Mis pies. Aún por la mañana están ya hinchados,
imaginad por la noche...

Y a todo esto, hay que sumarle el resto de cosillas que una viene arrastrando desde más o menos el principio (estreñimiento, ardor de estómago y reflujo gástrico, cansancio, idiotez gestacional, cambios de pigmentación en la piel...). 

En la otra cara de la moneda están los movimientos y patadas del pequeño pasajero. Una se acostumbra y ya no se hace tan raro como al princpio, y se puede decir que hay momentos en los que se llegan a disfrutar - sobretodo cuando parece haber cierta comunicación de "yo aprieto un poco aquí y tú te mueves un poco allá". Pero de ahí a decir que el embarazo es un proceso mágico y maravilloso del que disfrutar... pues hay un pedazo.

Sí, el embarazo es increíble. Es impresionante saber (y notar) que hay un ser humano creciendo dentro de ti. Que ahora mismo ese polizón está aprendiendo a respirar (líquido) mientras se chupa el dedo, para estar preparado para poder respirar mientras come cuando salga (cosa que los adultos no podemos hacer, tragar y respirar al mismo tiempo). Saber que a veces, se lleva los pies a la boca (como vimos en la última ecografía), pero que se le olvidará como hacerlo y no volverá a aprenderlo hasta pasadas varias semanas. La naturaleza es maravillosa. Pero el embarazo en sí es bastante m*****.

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