sábado, 7 de marzo de 2015

El arte de saber comprar

Me encanta esa sensación de ligero orgullo cuando uno encuentra cosas a buen precio.

El otro día nos dimos cuenta de que el colchón cambiador que compramos de segunda mano por 7€ (con funda y todo!) no cabe en el cambiador de pared que tenemos por culpa de un estante bastante molesto que no se puede quitar. Así que esta mañana salimos de tiendas.

Este es el cambiador que irá
en la pared del baño :)

Empezamos por dos tiendas de bebé, una de las cuales tiene una nueva versión de nuestro cambiador. Curiosamente, la tiene expuesta con un cojín que tampoco permite que el mueble se cierre por completo. Absurdo pero cierto. La segunda tienda tampoco tenía ninguna alternativa - y además todo, absolutamente todo, es CARÍSIMO. Un cojín como el nuestro (nuevo, pero el nuestro está muy bien!) sale a unos 40€.

Como buenos ahorradores que somos, y porque vivimos en un país en que esto de las tiendas de segunda mano se lleva mucho, hemos decidido visitar un par de ellas. El resultado:

- Juego de funda de edredón y de cojín: 1.3€
- Dos organizadores de estos de IKEA (uno grande y otro más pequeño): 3.35€
- Funda impermeable para el cochecito: 2€
- Colchón cambiador con funda impermeable: 3.35€ (lo cortaremos a medida para que entre en el cambiador!)
- Sillita madera con dos juegos de cojines: 13.4€. Esta es la compra con la que estamos más contentos, porque las sillas de este estilo (están hechas de manera que crecen con el bebé) son muy caras (se van a los 100€ mínimo, nuevas). 

Tanto el respaldo como el asiento y el reposapiés se pueden regular en altura.
Cuando el niño crece, el asiento pequeño puede quitarse y el reposapiés se convierte en un nuevo asiento.
Cada vez van quedando menos cositas en la lista. Casi todo lo que está pendiente son compras de farmacia (cortauñas, esponja, cepillo, pomadas...) y supermercado (pañales, toallitas... etc.).

Aquí en casa empezamos a estar muy muy ansiosos con la llegada del pequeño troll. Su padre se empeña en llamarla princesa, pero yo me niego. Las princesas nacen privilegiadas y su único objetivo en la vida parece ser encontrar al príncipe. Mi niña va a ser una luchadora, una científica (espero!), una mujer hecha y derecha con un par de ovarios que se enfrentará a dragones y brujas y a lo que haga falta. Me niego a criar a un ser pusilánime y blanducho. He dicho.

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