jueves, 26 de febrero de 2015

Bien está lo que bien acaba

El martes tuve, como diría una buena amiga, un día huevo. De esos en que no sabes qué te pasa, pero estás de un humor raro y no te soportas ni a ti mismo.

Pasé el día trabajando desde casa (a estas alturas del embarazo trabajo desde casa siempre que tengo la oportunidad, y así me ahorro los 90km totales de viaje), pero no fue demasiado fructífero - lo cual sólo me pone de peor humor.

Parte del drama era que por la tarde-noche, me había comprometido a ir a probar una clase de Aquafitness. Me explico: De un tiempo a esta parte, todo lo que implica enfrentarme a lo desconocido me provoca más angustia y ansiedad de la que estoy acostumbrada. Nunca había estado en ese polideportivo, no tenía ni idea de dónde estaban las cosas, ni de si la persona con la que había acordado esa primera clase gratuíta iba a estar allí.

Curiosamente, ponerme en bañador delante de un montón de desconocidos era de lo que menos me preocupaba - sé que muchas mujeres tienen problemas aceptando los cambios que el embarazo trae consigo, pero yo en estos momentos creo que no había estado tan contenta con mi complexión en mucho tiempo. Al menos ahora tengo una buena excusa para los kilos de más aquí y allá!

En fín, que todo el día estuve dándole vueltas al asunto. Al llegar, papuchi me vió tan agobiada que el angelito me dijo que si postponía la prueba él iría conmigo a nadar al día siguiente y así hacer reconocimiento de sitio en cuestión antes de tener que ir sola otro día. Papuchi odia nadar.

Al final decidí que no podía ser, que tenía que poder enfrentarme a estas pequeñas cosas y que era absurdo estar haciendo tal montaña de un grano de arena. Aún así, papuchi insistió en acompañarme hasta la puerta del vestuario de señoras y esperó a que todo estuviera hablado y acordado con la instructora. Si es que no me lo merezco.

Resultó ser que sólo había otras 5 personas en el grupo (y en la piscina en aquél momento) y que la clase estuvo genial. ¡Qué maravilla poder hacer ejercicio sin que la barriga moleste! Y la sensación de flotación y la relativa antigravedad en el agua... había olvidado lo mucho que me gusta estar en remojo. Me esforcé a tope en todos los ejercicios y seguí nadando a pesar de los calambres en las piernas - porque al fín y al cabo, necesito entrenar mi tolerancia al dolor de todas formas. Al salir, le dije a la instructora que allí estaría la semana siguiente de nuevo. ¡Qué pena que sólo sea una vez por semana!

Otro punto a favor, aparte de que está al lado de casa, es que se han adaptado a mi situación perfectamente. Normalmente la gente se apunta y paga por temporadas, que son de 5 meses. Pero obviamente, yo sólo voy a ir los próximos dos meses (quizás incluso menos), que es lo que me queda antes del día D. Así que me han ofrecido pagar unos 3.5€ cada vez que vaya y listos, lo cual es un detalle por su parte, la verdad, pues es muy económico comparado con lo que cuestan estas cosas en otros sitios - sobretodo si miras cursos para embarazadas, que siempre son más caros (a saber por qué).



Me gustaría complementar las clases con algo de natación por mi cuenta, pero el funcionamiento del polideportivo es algo extraño. Sólo hay dos días (3h cada uno) en los que uno puede ir a nadar por libre - de resto todo está siendo usado por diferentes actividades y equipos. Y esos días, la mitad de la piscina está reservada para juegos y niños, así que de todo menos tranquilidad.

Pero bueno, decida lo que decida, el martes acabó de manera triunfante. En gran parte por todo esto, pero también por un par de gangas que encontramos, con bonus añadido. Pero eso vendrá otro día, en otro post.




No hay comentarios:

Publicar un comentario