jueves, 12 de febrero de 2015

Doctor, doctor...

La otra mañana volví a tener visita con la comadrona. Fue una chica diferente a la vez anterior, y la próxima será también otra persona. Así se hace bastante difícil establecer una cierta relación de confianza con la persona en cuestión, pero dado que nadie garantiza que sea esa persona la que vaya a atender mi parto en su día, pues supongo que tampoco pasa nada.

Todo parece estar normal, palabra que las embarazadas nos deleitamos al oir. Si todo está normal, es que no hay ningún problema. Los dolores de espalda son normales, las patadas que empiezan a ser dolorosas también, el pis fantasma más aún (ese pis que parece que tienes que hacer pero en realidad no). Y sinceramente... mejor que siga así, toquemos madera. Es señal de que todo sigue yendo viento en popa.

El próximo mes va a ser verdaderamente agotador, teniendo en cuenta la cantidad de visitas médicas programadas más todo lo que tengo que hacer antes de coger la baja de maternidad en el trabajo en abril (léase: no os sorprendáis si esto queda un poco muerto).

A todo eso sumémosle los cursos de preparación al parto, en los que tengo que invertir dos mañanas. Son sesiones intensivas de tres horas (pausas incluídas). La primera se centra en preparación para el parto (imagino que principalmente será respiración) y la segunda empieza con una visita al paritorio en el hospital y aborda temas como la lactancia o los primeros días en casa con el bebé. Todo muy interesante, pero no tengo demasiadas esperanzas - 3 horas me parece más bien poco. Por suerte mis lecturas están probando fructíferas (al menos en cuanto a conocimientos se refiere, luego la práctica ya se verá).

Todo el mundo habla de como cuando un bebé viene al mundo te cambia la vida. Ojalá alguien me hubiera hablado de como los 8 meses anteriores también iban a ser totalmente distintos. De cómo todo gira en torno a la creciente barriga y de cuánto ésta te limita en tu día a día.
No quiero decir que de haberlo sabido hubiera tomado una decisión diferente, pero como mínimo habría saltado al ruedo un poco más preparada. Aunque como se dice, cada embarazo es distinto y siempre podría ser peor.

Supongo que cuando el pequeño troll esté de cuerpo presente se me olvidará todo esto, porque si no me parece que no va a haber herman@s.

No hay comentarios:

Publicar un comentario