sábado, 23 de mayo de 2015

Hormonas

Hacía tiempo que no me daba la llorera súbita y supongo que ya tocaba.

Los causantes: la falta de sueño (papuchi está resfriado y no se acerca a la peque, con lo cual me toca hacerlo todo a mí), lo bonita y frágil que es la pequeña troll y sobretodo, los persistentes problemas con el tema lactancia.

Aquí es cuando las cosas se ponen personales, y yo no soy amiga de compartir mis intimidades en la web, pero en este caso voy a hacer una excepción en favor de la catarsis asociada.

Para el que no lo sepa, hace ya cuatro años me operaron del tiroides resultando en una tiroidectomía total. A la práctica, eso me supone tomar una pastillita cada mañana y de resto hago vida normal.
O eso pensaba.

Nadie me dijo (lo cual no entiendo, pues ha habido un endocrinólogo siguiendo mi embarazo) que mi situación iba a ocasionar serios problemas a la hora de lactar. Que por no tener tiroides, lo más probable es que nunca llegue a producir suficiente leche como para amamantar a mi hija al completo. Que la terapia de sustitución hormonal no iba a reemplazar totalmente la función de mi extirpada glándula.

No me lo dijo el endocrinólogo, ni el médico de cabecera, ni la comadrona, ni la doctora del hospital, ni las enfermeras en el hotel post-parto. No me lo dijeron cuando vieron que me costaba arrancar. No me lo dijeron hasta ayer, cuando la enfermera que vino a casa decidió hablar con una colega suya con experiencia en casos similares.

"Pero no pasa nada, lo importante es que coma". "No hay nada malo en darle fórmula a la criatura". "Prueba el sacaleches una semana más, y si para entonces todo sigue igual, déjalo estar porque muy probablemente no va a mejorar". 

Me siento estafada. Me robaron el éxtasis post-parto y el enamoramiento instantáneo (de hecho, el cariz traumático del parto también ha influido en la problemática) y ahora me quitan la posibilidad de alimentar a mi pequeña y me obligan a darle un producto que, aunque ahora digan que "no hay nada malo en darle fórmula al baby", hasta ahora todo el mundo ha dicho que hay que tratar como si fuera medicación.

A pesar de todo, tengo la conciencia tranquila y no es culpa lo que me ataca sino pura y simple tristeza. Sí, el biberón haría ciertas cosas más fáciles, pues papuchi y yo podríamos hacer turnos y descansar más.

Pero la lactancia no es sólo cuestión de alimento. Es también poder confortarla y calmarla cuando está llorando, aliviarle los dolores, relajarla si se altera. Son esos momentos en que somos ella y yo, conectadas no sólo físicamente sino también de alguna manera inexplicablemente trascendental. Esos minutos de vinculación, de intimidad, de dependencia (la una de la otra). Esas miradas cómplices, esas sonrisas accidentales, ese bostezo al final... Todas esas cosas de incalculable valor.
Nadie te explica eso, porque no se puede explicar. Y desgraciadamente son cosas fáciles de obviar y dar por hechas, hasta que te las quitan. 


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